lunes, 18 de mayo de 2020

LA CARTA

Juan había montado una empresa que escribía cartas y correos personales. La idea se le ocurrió el día que vio  la película “Her”. Se sorprendió al observar que en EE.UU. había empresas dedicadas a escribir cartas de padres a hijos y viceversa, de amistad, de amor, etc.

Después de darle vueltas decidió probar suerte. Total no tenía nada que perder, lo haría en su tiempo libre. A él le gustaba escribir y no se le daba mal.

Creó perfiles en todas las redes sociales, puso anuncios en los diarios, en portales, en blogs y esperó a ver qué ocurría. La respuesta le dejó anonadado. La avalancha de peticiones fue espectacular. Tal fue el éxito que dejó su trabajo y se dedicó exclusivamente a la empresa. Al cabo de un año contaba con dos personas más. Con la incorporación del nuevo personal decidió crear un servicio telefónico para las peticiones. Los clientes podían llamar a determinadas horas y encargar sus cartas por este medio.

Aquel día sonó el teléfono en el horario requerido. Juan personalmente atendió la llamada:

-         Buenos días, tengo entendido que ustedes se dedican a escribir cartas.

-         Así es, pero solamente cartas entre particulares.

-         Ese es mi caso.

-      Pues bien, indíqueme más o menos lo que quiere decir, a quién y cuándo desea usted que se la hagamos llegar.

-         La carta es para un amigo.

-         Estupendo ¿Y más o menos qué mensaje le quiere usted enviar?

-         Qué se anda con ojo.

-   Perdón. Creo que no le he entendido bien.- Logra decir Juan después de unos segundos de silencio.

-         Pues eso, que se ande con cuidaíto conmigo, que va por mal camino y qué si sigue así, va a acabar malamente.

Juan se ha quedado perplejo y busca la manera de salir airoso de la situación. Después de una larga pausa, hace un esfuerzo y responde.

-   Vamos a ver si lo he comprendido, señor…Por cierto, no me ha dicho usted su nombre.

-         Antonio Gutiérrez

-       Bien Sr. Gutiérrez, creo que lo que intenta usted decirme es que  tiene usted algún asunto pendiente con su amigo y desea enviarle un mensaje para abrir un camino de diálogo ¿Es así?

-         No, no es así.

El desconcierto y el estupor de Juan van en aumento.

-       Quiero decirle, lo que le he dicho. Qué se me ha acabado la paciencia, qué ya no hay más que hablar y que a la próxima me encargaré de que le rajen de arriba abajo.

-   Lo siento Sr. Gutiérrez pero nosotros no escribimos este tipo de cartas. Se ha equivocado usted de lugar. Adiós.

Y Juan cuelga el teléfono.


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