sábado, 25 de abril de 2020

EL AGENTE


Xavier maldice mentalmente mil veces al agente mientras da la vuelta hacia el hotel, pero no llega allí. Se detiene, mira en Google la manera de salir caminando del pueblo. Seguro que hay un camino a pie y una vez fuera del municipio ese estúpido agente no tendrá jurisdicción para detenerle. Google le muestra el camino sin ningún problema y hacia allí se dirige. Deja el coche un poco antes, ese maldito agente ha tomado nota de la matrícula.
La entrada del camino se encuentra precintada con una cinta blanca y roja, la levanta sin dificultad y empieza a caminar lo más deprisa que sus piernas y sus pulmones le permiten. No es mucho trecho, diez kilómetros, poco más de una hora, él está en buena forma, no le llevará mucho más. Mientras camina disfruta del paisaje que una incipiente primavera le ofrece, de los olores de la hierba, de las jaras  y del romero en flor; del intenso color lila del brezo, del canto de los pájaros, de…Tan extasiado está que no ve a la pareja de la Guardia Civil que le está esperando al final del camino.
-         Buenos días ¿Me permite su documentación?
Xavier da un respingo por el sobresalto que le causa la voz del agente que le saca de su éxtasis y porque no había pensado en ellos.
Al ver que no responde, el agente repite la frase. Xavier balbucea un “Buenos días” y entrega su DNI.
-         Bien Xavier ¿No ha visto usted que el camino está precintado?
-         No lo he visto Sr. Agente – Miente Xavier intentando parecer inocente.
-         ¿No lo ha visto? ¿De dónde viene usted?
-         Pues no lo sé con certeza. Creo que me he perdido.
-         ¿Se ha perdido?
-         Sí, comencé a caminar y me extasié con la Naturaleza y no tengo muy claro dónde estoy.
-         ¿No sabe dónde está?
-         No, lo siento Sr. Agente pero no lo sé.
-         Y por lo que veo tampoco sabe que no se puede salir a la calle.
-         ¿No se puede salir?
-         O se hace el tonto o cree que yo lo soy.
-         ¡Líbreme Dios de semejante cosa!
El agente de la Guardia Civil no es tan paciente como Joan. Cachea a Xavier, le requisa la mochila y le sube al coche patrulla sin más miramientos.
-         ¿A dónde me llevan?  - Pregunta un aterrado Xavier.
-         A un solitario y tranquilo lugar, así tendrá tiempo de pensar sin que nadie le moleste hasta que se le aclaren las ideas.
Y en los tres días que permaneció en el calabozo del cuartel de la Guardia Civil de Igualada, Xavier visualizó en su mente mil veces su conversación con Joan, el agente municipal que le hizo dar la vuelta. Su voz firme pero amable, sus agradables consejos, su ofrecimiento de ayuda.
Soy un estúpido ¿Por qué no le habré hecho caso?

domingo, 12 de abril de 2020

COCINAR


Y acto seguido hacían un cucurucho de papel y metían en él un cangrejo. Luego te preguntaban:
-         ¿Te guardamos algo?
Y tú ordenabas el pedido que tendrías listo para recoger a las dos, casi a la hora de cierre. Mientras tanto os ibais a comprar el resto de las provisiones para la semana. Fany entretenida con su cangrejo no daba ninguna guerra. Al finalizar os ibais a la cafetería anexa al mercado, que ponía la terraza en cuanto el tiempo lo permitía. Tú te tomabas tu cañita, para Fany un zumo sin azúcar. Luego el regreso a casa. Había que preparar la comida lo más rápido posible, el buen apetito de Fany no podía esperar. Aquel día se te ocurrió preparar huevos fritos. A Fany le encantaban, los hubiera comido todos los días, por eso había que dosificarlos. Pisto, previamente preparado, huevo frito y ¿por qué no? Patatas fritas y Fany sería la niña más feliz ¡Costaba tan poco complacerla! Y te pusiste manos a la obra, pero también había que poner una lavadora.
Total que las patatas resultaron un desastre, unas se quemaron y otras quedaron casi crudas. Te diste cuenta cuando las pusiste en el plato. Aún así las probaste y decidiste tirarlas a la basura. Al verlo Fany se puso a llorar como solo ella sabía hacerlo:
-         ¿Hija por qué lloras?
-         Porque has tirado las patatas a la basura.
-         Es que no están buenas, me han salido fatal.
-         Pero a mí me gustan mucho. Yo las quería.
En ese momento te sentiste el peor padre del mundo.

viernes, 10 de abril de 2020

MARINA, LENTEJAS Y PIMENTÓN



Javier se dispone a cocinar las lentejas que había dejado en remojo la noche anterior. Echa las lentejas en la olla, les añade zanahoria, tomate, tomillo, sal, ajo y ¡sorpesa! no lo queda pimentón.
De repente se acuerda de que  antes de que se decretara el confinamiento le habían comentado que habían vuelto a alquilar el piso de abajo, sería una buena ocasión para conocer a los nuevos vecinos. Decide bajar los dos tramos de escalera que les separan y llama a la puerta diciendo.
Poco a poco  los mensajes fueron subiendo de tono y aquello se convirtió en una tórrida relación. Javier hubiera roto la cuarentena para ir a su encuentro, para abrazarla, besarla y hacerla suya. Pero Marina le mantenía a raya con un:
- Te prometo que el día que todo esto acabe, te estaré esperando con los brazos abiertos. Mientras tanto debemos ser prudentes. Alguien puede vernos…
Y el ansiado día llegó al cabo de dos meses. Javier bajó corriendo las escaleras y llamó a la puerta de Marina…
Una, dos, tres veces: “Marina abre, soy Javier”. Nada.
Llamó mil veces siempre con el mismo resultado.
Un apesadumbrado Javier deambulaba por las calles llenas de gente eufórica celebrando el final del confinamiento. Decidió regresar a casa, se sentía fuera de lugar. Al llegar al portal se encontró con un camión de mudanza. El ascensor no acudía, sin duda ocupado por los de la mudanza. Tuvo que subir a pie. Al llegar al primero vio la puerta del piso de Marina abierta. Su corazón se aceleró. Se detuvo y empezó a respirar profundamente hasta conseguir que los latidos volviesen a la normalidad. En ese momento salió un hombre joven de la vivienda, al verle se preocupó:
-         ¿Se encuentra bien?
-         Sí, gracias. Es que no venía el ascensor y me temo que después de tanto tiempo inactivo subir las escaleras me ha fatigado más de la cuenta.
-         Estamos de mudanza pero puedo sacarle una silla para que se siente. No le digo que pase porque está todo manga por hombro.
-         No hace falta, ya se me ha pasado. Gracias de todos modos. Por cierto me llamo Javier y vivo en el tercero, por si necesitan algo.
-         Muchas gracias, ahora le diré a mi hermana que salga a conocerle. Es ella la que vivirá aquí. Con la cuarentena no se ha podido mudar hasta ahora.
Y el hombre entra en la casa llamando: Marina, Marina.

lunes, 6 de abril de 2020

LA BARRA DE PAN