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No se puede salir del pueblo. Tiene usted que
dar la vuelta y regresar.
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Señor agente, es que yo no soy de aquí
-
Eso no importa. Igualada está en cuarentena y
nadie puede entrar ni salir.
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Si yo me hago cargo, pero verá usted, soy anticuario,
vine hace un par de días porque me llamó Albert Casademont, seguro que usted le conoce.
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Por supuesto que conozco a la familia
Casademont, pero eso no viene al caso.
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Por favor, déjeme usted que le explique. Me
encargó que viniera para que hiciera una valoración de algunas antigüedades de
las que se quiere desprender. Ahora ya he terminado el encargo y debo regresar
a mi casa, con mi familia.
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Comprendo perfectamente su situación, pero no
puede usted salir del pueblo.
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¡No tengo donde quedarme!
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Puede usted quedarse en el hotel, sigue abierto
precisamente para casos como el suyo.
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¡Pero tengo una hija pequeña y una esposa que me
necesitan!- prácticamente grita Xavier Puigcerdá.
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Pues precisamente porque tiene usted una hija
pequeña es mejor que se quede aquí.
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¿Cómo va a ser mejor para ella que yo me quede
aquí?
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Pero vamos a ver ¿es que usted no se ha enterado
aún de lo que está pasando? ¿No ha oído hablar del Covid-19 o del Corona virus?
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Claro que lo sé, estoy al tanto de las noticias.
Pero yo no lo tengo.
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Eso usted no lo sabe.
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Lo sé, no tengo ningún síntoma.
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Eso no significa que no lo tenga. Por desgracia
en Igualada tenemos la tasa de infectados más alta de todo el país, por eso
estamos en cuarentena y nadie puede entrar, ni salir. Por favor, dé usted la
vuelta y vuelva al hotel, allí le darán alojamiento y comida, no se preocupe. Y
guardando las distancias podrá conversar con otros huéspedes que se encuentran
en su misma situación, no estará usted solo. Y si necesita cualquier cosa, no
tiene más que llamarme. Soy Joan.
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Es que usted no lo entiende…
-
Mire Sr. Puigcerdá, el que no quiere entenderlo
es usted. Ya se lo he explicado de todas las maneras posibles. Dé usted la
vuelta y regrese al hotel ¿O es que prefiere que lo detenga y pasar la
cuarentena en el calabozo?
Xavier maldice mentalmente mil veces al agente mientras da
la vuelta hacia el hotel, pero no llega allí. Se detiene, mira en Google la
manera de salir caminando del pueblo. Seguro que hay un camino a pie y una vez
fuera del municipio ese estúpido agente no tendrá jurisdicción para detenerle.
Google le muestra el camino sin ningún problema y hacia allí se dirige. Deja el
coche un poco antes, ese maldito agente ha tomado nota de la matrícula.
La entrada del camino se encuentra precintada con una cinta
blanca y roja, la levanta sin dificultad y empieza a caminar lo más deprisa que
sus piernas y sus pulmones le permiten. No es mucho trecho, diez kilómetros,
poco más de una hora, él está en buena forma, no le llevará mucho más. Mientras
camina disfruta del paisaje que una incipiente primavera le ofrece, de los
olores de la hierba, de las jaras y del
romero en flor; del intenso color lila del brezo, del canto de los pájaros,
de…Tan extasiado está que no ve a la pareja de la Guardia Civil que le está
esperando al final del camino.
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Buenos días ¿Me permite su documentación?
Xavier da un respingo por el sobresalto que le causa la voz
del agente que le saca de su éxtasis y porque no había pensado en ellos.
Al ver que no responde, el agente repite la frase. Xavier
balbucea un “Buenos días” y entrega su DNI.
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Bien Xavier ¿No ha visto usted que el camino
está precintado?
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No lo he visto Sr. Agente – Miente Xavier
intentando parecer inocente.
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¿No lo ha visto? ¿De dónde viene usted?
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Pues no lo sé con certeza. Creo que me he
perdido.
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¿Se ha perdido?
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Sí, comencé a caminar y me extasié con la Naturaleza
y no tengo muy claro dónde estoy.
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¿No sabe dónde está?
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No, lo siento Sr. Agente pero no lo sé.
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Y por lo que veo tampoco sabe que no se puede
salir a la calle.
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¿No se puede salir?
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O se hace el tonto o cree que yo lo soy.
-
¡Líbreme Dios de semejante cosa!
El agente de la Guardia Civil no es tan paciente como Joan.
Cachea a Xavier, le requisa la mochila y le sube al coche patrulla sin más
miramientos.
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¿A dónde me llevan? - Pregunta un aterrado Xavier.
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A un solitario y tranquilo lugar, así tendrá
tiempo de pensar sin que nadie le moleste hasta que se le aclaren las ideas.
Y en los tres días que permaneció en el calabozo del cuartel
de la Guardia Civil de Igualada, Xavier visualizó en su mente mil veces su
conversación con Joan, el agente municipal que le hizo dar la vuelta. Su voz
firme pero amable, sus agradables consejos, su ofrecimiento de ayuda.
Soy un
estúpido ¿Por qué no le habré hecho caso?