viernes, 10 de abril de 2020

MARINA, LENTEJAS Y PIMENTÓN



Javier se dispone a cocinar las lentejas que había dejado en remojo la noche anterior. Echa las lentejas en la olla, les añade zanahoria, tomate, tomillo, sal, ajo y ¡sorpesa! no lo queda pimentón.
De repente se acuerda de que  antes de que se decretara el confinamiento le habían comentado que habían vuelto a alquilar el piso de abajo, sería una buena ocasión para conocer a los nuevos vecinos. Decide bajar los dos tramos de escalera que les separan y llama a la puerta diciendo.
Poco a poco  los mensajes fueron subiendo de tono y aquello se convirtió en una tórrida relación. Javier hubiera roto la cuarentena para ir a su encuentro, para abrazarla, besarla y hacerla suya. Pero Marina le mantenía a raya con un:
- Te prometo que el día que todo esto acabe, te estaré esperando con los brazos abiertos. Mientras tanto debemos ser prudentes. Alguien puede vernos…
Y el ansiado día llegó al cabo de dos meses. Javier bajó corriendo las escaleras y llamó a la puerta de Marina…
Una, dos, tres veces: “Marina abre, soy Javier”. Nada.
Llamó mil veces siempre con el mismo resultado.
Un apesadumbrado Javier deambulaba por las calles llenas de gente eufórica celebrando el final del confinamiento. Decidió regresar a casa, se sentía fuera de lugar. Al llegar al portal se encontró con un camión de mudanza. El ascensor no acudía, sin duda ocupado por los de la mudanza. Tuvo que subir a pie. Al llegar al primero vio la puerta del piso de Marina abierta. Su corazón se aceleró. Se detuvo y empezó a respirar profundamente hasta conseguir que los latidos volviesen a la normalidad. En ese momento salió un hombre joven de la vivienda, al verle se preocupó:
-         ¿Se encuentra bien?
-         Sí, gracias. Es que no venía el ascensor y me temo que después de tanto tiempo inactivo subir las escaleras me ha fatigado más de la cuenta.
-         Estamos de mudanza pero puedo sacarle una silla para que se siente. No le digo que pase porque está todo manga por hombro.
-         No hace falta, ya se me ha pasado. Gracias de todos modos. Por cierto me llamo Javier y vivo en el tercero, por si necesitan algo.
-         Muchas gracias, ahora le diré a mi hermana que salga a conocerle. Es ella la que vivirá aquí. Con la cuarentena no se ha podido mudar hasta ahora.
Y el hombre entra en la casa llamando: Marina, Marina.

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