martes, 28 de mayo de 2013

EL MURO

Lo escribí en noviembre de 2009 cuando se cumplían diez años de la caida del muro de Berlín.

Aquel 9 de noviembre Javier Guzmán se encontraba de viaje. Llegó a su habitación del hotel a tiempo para ver el Telediario de las nueve, así que se tumbó encima de la cama y con el mando de la televisión en la mano puso en marcha el aparato. Las imágenes que aparecieron le dejaron boquiabierto. Miles de personas subidas encima del muro, unos pasaban al otro lado ayudados por un gentío que se había reunido a sus pies, otros bailaban encima y los más osados armados de picos intentaban echarlo abajo. Javier cogió el teléfono y marcó apresuradamente un número:


- Roció ¿estás viendo la tele?

- No ¿por qué?

- Date prisa, pon el Telediario, corre

- Voy

- Guau, ¡no me lo puedo creer! El muro ha caído

- Más bien lo están tirando

- Sí, lo están tirando y eso es aún mejor, porque lo está haciendo la gente. Se han lanzado a la calle y han ido derechos a derribarlo. Oh, Dios, no sé lo que ocurrirá ahora pero el mundo está cambiando, esto no tiene vuelta atrás. Creo que voy a echarme a llorar.

- No llores

- Sí es de emoción y de alegría. Hay gente que en su vida ha podido salir de ahí, que nunca ha visto lo que había detrás, es la gente de nuestra generación, como no voy a llorar.

- No llores cariño que yo no estoy ahí contigo para consolarte

- Gracias por compartir conmigo este momento. Estaba acostando al niño y no había puesto la tele

- ¿Cómo está el niño? Ni si quiera te he preguntado por él

- Hecho un brazo de mar, cada día más espabilado y más bonito, casi me dan ganas de despertarle y decirle que el muro ha caído

- Cariño, me temo que no te va a entender

- Lo sé, pero me paso el día contándole cosas aunque no me entienda

- Ya se lo explicaremos algún día y le llevaremos a Berlín a que vea el muro

- Si es que queda algo, no me extrañaría que lo echaran abajo entero hasta que no quedase ni una sola piedra

Javier y Rocío continuaron hablando mientras seguían los acontecimientos por la televisión, separados por la distancia, unidos por el hilo telefónico, por el amor y por la actualidad.



Muchos años después Javier, Rocío y su hijo Manuel viajaron a Berlín. Desde aquel 9 de noviembre muchos acontecimientos habían ocurrido. Alemania era un solo país, Berlín era nuevamente la capital; la Unión Soviética se había desintegrado en un sinfín de repúblicas algunas de ellas de nombre impronunciable; Checoslovaquia ahora eran dos: la República Checa y Eslovaquia; de la antigua Yugoslavia mejor no hablar aunque parecía que por fin las guerras entre las antiguas repúblicas que la integraron habían finalizado y vivían en paz; en suma el sistema comunista había desaparecido y nuestros protagonistas se encontraban inmersos en un mundo en el que imperaba el capitalismo a sus anchas sin que nada le amenazase.

La familia Guzmán visitó el busto de Nefertiti al que hasta entonces solo habían contemplado en los libros de arte, el impresionante altar de Pérgamo, los modernos edificios de Postdame Platz, la sobrecogedora escultura de Käthe Kollwitz en la que el hijo muerto en la guerra yace en los brazos de su madre, el silencioso monumento al holocausto, los alegres patios de Hacke y el barrio de Spandau y naturalmente los restos del muro y el Checkpoint Charlie Museo, en donde Rocío no pudo contener las lágrimas y los hombres, quizá por aquello de que no deben llorar, se limitaron a abrazarla en silencio incapaces de articular palabra.

Para los que nunca hayan visito Berlín tengo que decir el Checkpoint Charlie Museo es le museo del muro, al menos así lo entiendo yo. Aquí no te encuentras grandes pinturas o esculturas ni nada parecido, lo más parecido a un museo de todo lo que hay aquí son la fotografías, todas en blanco y negro. Este museo cuenta la historia del muro desde el principio hasta el fin y lo que representó en un intento de que permanezca en la memoria de todos, para que las nuevas generaciones que tuvieron la suerte de nacer en un mundo sin muro, sepan que una vez existió. En una calle próxima al museo todavía puede verse una pared entera de lo que fue el muro. Está protegido mediante una valla y ha sido declarado patrimonio de la humanidad, para que todo el mundo lo recuerde, para que cosas como esta no vuelvan a ocurrir; para que nunca más de la noche a la mañana la gente quede presa y dividida; para que no haya otra guerra; como símbolo de la paz que debe reinar entre los seres humanos.

1 comentario:

Máximo Disaster dijo...

Buenas noche, Candela:
¿Me podrías facilitar un email? Muchas gracias,
Carmen